Gente cayendo del cielo
Cristina de Miguel
15 Septiembre - 02 Noviembre, 2022

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

Gente cayendo del cielo, exposición individual de Cristina de Miguel. Vistas de la instalación en L21 Gallery, 2022.

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo I, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo II, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo V, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo IV, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo III, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo VII, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo VIII, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

CRISTINA DE MIGUEL
Cayendo VI, 2022
Acrílico y barra de óleo sobre lienzo

213.36 x 243.84 cm

Cristina de Miguel

Gente cayendo del cielo

 

La primera exposición de Cristina de Miguel en la sala grande de L21 Gallery nos presenta una serie de pinturas suspendidas en el aire. No me refiero a la instalación de sus lienzos ni a las figuras que ahí ́ hallamos, sino que mi afirmación es textual: es la pintura misma la que flota, llevando consigo al espectador que sepa volar. Aunque, un entregado aprendiz de vuelo también la podrá alcanzar y disfrutar.

 

El vuelo es cuestión de peso, mucha técnica, pero sobre todo de la intensidad del deseo. Algunas veces es suficiente agitar las manos velozmente, como si tuvieras alas, para separarte del suelo; se trata de confiar y darlo todo. Cristina de Miguel lo sabe. Su pintura armoniza el gesto, rápido y suelto, con la justa la cantidad de color y una infinidad de recursos para no dejarnos caer, para que la emoción permanezca en el lienzo como una especie de hechizo y la composición nos atrape y sostenga mientras recorremos su ficción; ahí́ donde nos descubrimos más livianos, más vivos.

 

A pesar de la insistente sensación de flotar, el título de este proyecto puede llevarnos a pensar: son otros los que precipitan. Sea como fuere, sospecho que quienes están cayendo del cielo encontrarán pronto un paracaídas, hecho a medida, en estos lienzos. Para seguir en el aire, confiando en su instinto, atrapando finalmente su deseo.

 

Confundo adrede agua y aire, donde se flota y donde se vuela (o más modestamente, se salta) porque los colores del fondo de los lienzos en esta exposición, – verdes, amarillo y azules -, están pintados muy aguados, pero es en el aire donde se encuentran las figuras que están cayendo. Unas nos miran fijamente mientras otras cierran sus ojos. Estas últimas, seguramente para seguir soñando. Las primeras, para invitarnos a saltar junto a ellas.

 

Un kilo de verde es más verde que medio kilo; era un secreto que Gauguin compartió́ con un joven pintor. Cristina prestó atención a Katherine Bradford o Joyce Pensato para dirigirse enseguida hacia su lugar personal, un espacio elevado donde la pesadez se suspende en favor de la liviandad. El dinamismo de sus lienzos corre a una velocidad endiablada, líneas y gotas sin fin, y un color que nos acoge voluptuosamente, como un colchón anhelado después de una larga noche.

 

En el salto acrobático que desafía las leyes de la gravedad, es ahí donde Cristina de Miguel realiza estas pinturas. Desanclar las figuras del fondo, separarlas de su peso, dejar que caigan libremente y descubran que, en realidad, ya saben volar. El aire se hace grueso, denso y salado como agua de mar. Esta se mezcla con la pintura, el cuerpo y el color finalmente van de la mano, los dedos entre el pelo, el pigmento se adhiere a la tela. Todo es un movimiento. En realidad, un baile.

 

Sobre la importancia de saber volar o cómo separarse de la tierra: pienso en el poema Espantapájaros de Oliverio Girondo y su tajante: no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Y me sigue emocionando cada vez el de Dylan Thomas que acaba, sin apagarse nunca: The ball I threw while playing in the park / has not yet reached the ground.

 

De repente, mirando los jpg que tengo en la pantalla, no estoy tan seguro si los estoy viendo bien o al revés, si se han dado la vuelta cuando cerré los ojos. Y sin embargo, este perderse es la evidencia de que estoy suspendido en la pintura, como un astronauta en el espacio.

 

No soy el único, a mi alrededor, una vez entramos en la exposición de Cristina de Miguel, hay gente volando, o cayendo del cielo… Pintura que gotea, colores que brotan, cuerpos que pasan rápidos de un lado al otro del lienzo, como globos pinchados o muñecos hinchables a los que han quitado el tapón: se están deshinchando con movimientos abruptos, imprevisibles, incontrolables. No todos: unos cuantos nos miran confiados, ya han alcanzado su licencia de vuelo y nos animan a seguirlos… Flota el color, la línea corre como un lazo lanzado trenzado y sin fin. Finalmente sentimos el aire con la yema de los dedos, y es una gozada.

Francesco Giaveri

 

Nota:
La traducción de los versos de Dylan Thomas es: La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque / aún no ha tocado el suelo. Están sacados del poema: Should lanterns shine.

 

 

 

 

 

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