Para su primera exposición individual en L21, el artista Joe Cheetham, afincado en Glasgow, presenta un ambicioso friso de obras nuevas en la sala más grande de la galería. La exposición de Cheetham, que nos ofrece «algo para el fin de semana», sintetiza la promesa y la positividad de reunirse para salir, y ofrece una reflexión descarada sobre la alegría comunitaria como antídoto vital para tiempos inciertos.
Cuando la semana se convierte en fin de semana y la gente acude a los locales que abren tarde y cierran temprano, el tiempo se suspende y las emociones complejas se simplifican. La cercanía embriagadora y el ritmo incesante consumen, mientras que se sueltan las melenas y los cuerpos se mueven al compás del tiempo. Honestos en la celebración del sinsentido de una gran noche de fiesta, los cuadros de Cheetham son ejecutados con una exuberancia maníaca, repleta de detritus de fiesta, ropas chillonas, ojos desorbitados y cigarrillos ondulados. Las obras, implacablemente positivas, representan a amantes de la fiesta cuyos miembros se entrelazan y se agarran las manos. Las figuras de Cheetham son solidarias, unificadas y llenas de la creciente prisa y la vertiginosa expectativa que la pista de baile provoca.
Tanto las figuras como la superficie del lienzo gotean como si se desbordaran – sudor y pintura -, esfuerzo físico contenido sólo por las extremidades de su soporte. Trabajando literalmente desde atrás hacia adelante, Cheetham fuerza la pintura en spray a través del reverso de la superficie, renunciando al control de los dibujos preparatorios a lápiz, mediante pasajes sueltos de color y línea. Al pintar de este modo, los primeros movimientos de Cheetham siguen siendo prominentes, y el gesto posterior no ofrece ningún recurso de alteración o borrado. La permanencia de esta técnica requiere no sólo una convicción técnica, sino una aceptación de la imprevisible impregnación de la pintura a través de la trama material. Evocando los espacios desinhibidos que inspiran su obra, el proceso de Cheetham se tambalea al borde del control, imprimiendo a la superficie del lienzo una energía material que complementa el caos liberador de su figuración.
En el extremo de la sala, las figuras merodeadoras giran y son empujadas a lo largo de la pared adyacente hacia el extremo opuesto de la galería, como si estuvieran atrapadas en un bucle de exceso perpetuo. Porque lo que parece tan sencillo en el baile nunca puede ocurrir durante el día: la desesperación acecha al otro lado de la euforia, ya que el domingo se encuentra con el lunes, y el viernes queda muy lejos. Este presagio de la «vida real» está siempre presente en los cuadros de Cheetham, en los que los gurús de la felicidad luchan contra las muecas de agotamiento cuando el hedonismo de la noche se encuentra con la inevitable mañana siguiente.
Ciertamente, mientras seguimos separados físicamente por la actual pandemia, la catarsis colectiva de la pista de baile es quizá más necesaria ahora que nunca. El regreso del baile ya no es sólo «algo para el fin de semana», sino que constituye un símbolo de esperanza, que marca un futuro en el que todos podremos volver a estar juntos, ya que muchos de nosotros gravitaremos hacia los espacios curativos de la noche, para redescubrir, reconectar y liberar.
Joe Cheetham/L21