L21 Gallery se complace de anunciar la primera exposición individual de Sam Durant en España. Comisariada por Francesco Giaveri, la muestra presenta una obra inédita desarrollada para esta ocasión: Model for a Mediterranean Barricade. Se trata de una instalación de gran formato que divide el espacio de la galería en dos partes, dificultando a propósito el recorrido del espectador. Su punto de partida es un relato de ciencia ficción en el que se describe una distopía que parece, sin embargo, muy cercana a nuestra actualidad. En este escenario especulativo, los países europeos levantan un muro para defenderse de las ‘invasiones’ de migrantes. Ya existen muchas barreras similares, si no fuera que, en este caso, la forman unos barcos. Flotando en el mar, uno al lado del otro, impiden pasar. Una solución más radical si cabe que el bloqueo naval, esta barricada de barcos constituye una barrera física en mar abierto. En el espacio expositivo, encontramos modelos de embarcaciones atados uno con otro, claramente identificables por sus diversas funciones: militar, transporte de mercancías, recreativo, etc. Siguiendo el relato, su función se convierte en algo indiferente. Todos estos barcos alineados sirven únicamente para crear un baluarte; su única función es establecer una frontera insuperable en medio del mar. Ya no son medios para transportar bienes o personas, explorar o simplemente navegar, sino para impedir la llegada del otro.
En este contexto, es paradójico el uso del término ‘barricada’ que remite a escenarios urbanos de revueltas populares. Es fácil hallar, en un diccionario común, ejemplos de su uso: “police broke through the barricades and arrested the protesters’. O bien, pensar en el Mayo 68, donde los manifestantes levantaron las piedras del suelo de las calles para construir barricadas. La apropiación fisica del espacio urbano de parte de los manifestantes desembocó en re-imaginar completamente no solo la ciudad de París sino la vida misma: ‘Sous les Paves, la Plage!’
Las obras de Sam Durant desplazan significados, pretenden ampliar el alcance de un imaginario en apariencia establecido de una vez por todas; y, en determinadas circunstancias, quizá logren dar la vuelta a sus mismas premisas, abriendo así una brecha de la que broten posibilidades. Incluso podrían generar cambios. Aunque, cuando Bobby Gillespie compuso Imperial, una canción inspirada en las huelgas de mineros de los años 80, no se hacía ilusiones, ni albergaba esperanzas sobre los ‘efectos’ de las canciones de protesta. Aún así, la escribió porque eran letras que hablaban de su vida, de dónde venía y de lo que le rodeaba, y esto le importaba:
Just a matter of time
It goes around and around and around again
To converse
Into reverse
As always, while in opposite is found
A solid ground
A broken tree
A bended knee
Forever or until revolving knowing
Change winds are blowing
It goes around and around and around again.
Cada vez es más urgente pensar al revés. Imaginar, sin esperanza, otros mundos. Cualquier giro, empieza con un simple, pero decisivo, primer desplazamiento, como cuando Zack de la Rocha cantaba gritando “I won’t do what you tell me”. Todo un statement. En el lenguaje de los hackers, se denomina a estos giros, reverse engineering. Un ya clásico texto de Brian Holmes nos explica claramente la definición del reverse engineering hacker: “is simply the act of figuring out what software that you have no source code for does in a particular feature or function, to the degree that you can either modify this code, or reproduce it in another independent work”.
La exposición invita a realizar este mismo ejercicio desplazando significados, modificando, en la medida de lo posible, las estructuras hacia otra finalidad. La frontera formada por una serie de barcos en línea formalmente remite a otra estructura funcional al vivir en común, que los antiguos ya conocían: el puente flotante. Un sistema construido ligando una serie de barcos de la misma altura entre sí, flotando suavemente en el agua, unidos sucesivamente con paneles de madera para, contrariamente a la barrera aquí expuesta, permitir el paso de personas y bienes de un lado a otro.
Sam Durant propone muchos guiños hacia esta dirección del imaginar y sucesivamente actuar, lo hace a través de materiales (colores, objetos, lenguajes, investigación) estratificados. Sus obras contienen múltiples capas de significados. Basta un simple open your eyes (en rojo fuego) para activar esa otra mirada que nos invita a imaginar que another world is possible (en un azul cielo sereno). Este último sign, un slogan casi mítico, está fuera del espacio expositivo, donde puede ser visto de forma inesperada. Está ahí para todos. Porque, como escribe Bobby Gillespie “la cultura es una de las tantas formas insidiosas por las que la plaga del elitismo clasista afianza viejas estructuras de poder y coarta el pensamiento crítico”.
Estas señales (signs), cajas de luz iluminadoras de conciencias, son frases que han marchado en manifestaciones de protesta. El artista reproduce, a través de dibujos, las imágenes que documentan el recorrido de estos lemas. Ambas frases, Open your eyes y Another World is Possible, están totalmente impregnadas en el imaginario colectivo. La primera es tan potente que más allá de su sentido primario (es decir, como equivalencia de ‘¡despierta!’ o ‘date cuenta de lo que está pasando a tu alrededor’), incluye aquel primigenio consejo de los padres a los hijos: ‘ten cuidado’.
Cierra la exposición, Non-Vicious Circle, homenaje al surrealismo con ecos explícitos del lenguaje de Miró. Sam Durant completa aquí su movimiento rotatorio poniendo patas arriba la funcionalidad más aberrante de la técnica, convirtiendo casquillos de bombas en esculturas, transformando algo que cae del cielo para destruir en algo que flota para deleitar. Herramientas útiles y hasta urgentes en la actualidad: reverse imagineering. Lo importante precisa ser recordado, y la acción de desplazar, de mover y moverse, contribuye a despertar nuestra atención y con ella, nuestra empatía. Imaginar otros mundos, incluso una utopía o, al menos, un futuro para la Tierra.
Francesco Giaveri