A Little North, es una ciudad abierta a todos. Aquí los punkis tocan música a todo volumen, los nine-to-fivers se paran a tomar un café y los atletas corren dando vueltas por el centro de la ciudad. Es una ciudad donde se despierta la nostalgia y el sentimentalismo monta guardia.

Talladas con motosierra a partir de bloques individuales de 150 kg de pino español, 52 esculturas de madera se erigen en el espacio. Dispersas en su emplazamiento y contra las paredes blancas de la galería, este telón de fondo minimalista ofrece un espacio para la imaginación. Tal vez hayas mirado por la ventanilla en un largo viaje en coche y hayas visto casas en el horizonte, tal vez hayas creado historias para las personas que viven allí, o tal vez, tú mismo has crecido allí. Dejando intencionadamente inconclusos los detalles de su contexto, Potter ofrece a las personas el espacio suficiente para que el espectador introduzca sus recuerdos.

Mientras que la historia de una pintura comienza en blanco y la narrativa se construye, tallar un bloque de madera implica una metodología inversa; su historia comienza a través del proceso de reducción, astillando para revelar la forma. Cada escultura es única -única en su especie-, y representa la individualidad de todos sus personajes dejando espacio para que prevalezcan sus singulares historias, o para que el espectador al menos las imagine. Mientras que algunos personajes hacen referencia directa a miembros de la familia de Potter, otros simplemente representan arquetipos de la Americana. Vinculada a la industria obrera, la propia motosierra es una herramienta a través de la cual Potter puede explorar manualmente su fascinación por la cultura estadounidense y, lo que es más importante, su experiencia personal de crecer en una pequeña ciudad… un poco al norte de Nueva York. Potter reinventa la motosierra y la utiliza como pincel del pintor, haciendo marcas con inmediatez y siguiendo las cualidades materiales de la madera para representar formas geométricas en bruto que acaban tomando forma de figuras. El uso de un equipo mínimo y una práctica autodidacta confieren a la obra su estética humilde y hacen referencia al arte popular estadounidense. Pintadas a mano y adornadas con diversos accesorios y ropas, no hay dos esculturas iguales. Sin embargo, todas comparten la misma postura y expresión facial: manos sobredimensionadas colocadas a lo largo de sus cuerpos, acompañadas de una simple y casi extraña sonrisa. Cuando entran en la multitud y caminan entre ellos, se rumorean chismes, se inventan historias y su mero tamaño destaca, evocando la sensación de entrar en una nueva ciudad como forastero.

Incapaz de dejar atrás su ciudad natal, Potter la reconstruye en Mallorca, España. Fabricadas mientras trabajaba en las montañas de Esporles, cada una de sus esculturas ofrece una narrativa única y contribuye a la experiencia colectiva de visitar una nueva zona. Enmarcado en estos bucólicos paisajes, Potter construye un entorno de descenso autobiográfico, pero ofrece generosamente un escenario en el que el espectador puede convertirse en protagonista. Haciendo grandes las pequeñas cosas, esta exposición pone de relieve las personas y los entornos que nos hacen ser quienes somos: un pequeño pueblo, un pequeño norte, una vida pequeña.

Brooke Wilson