BROKEN PIÑATA
Misha Bies Golas, Edu Carrillo, Etsu Egami, Tamara Feijoo, Priscila Fernandes , Patricia Gadea, Jorge Galindo, Gao Hang, Manuel M. Moreno, Gizela Mickiewicz, Carlos Pazos, Dasha Shishkin. Tomohiro Takahashi, Julia Wachtel
12 Mayo - 01 Julio, 2022

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Edu Carrillo, Gizela Mickiewicz, Carlos Pazos, Tomohiro Takahashi.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB.

 

TOMOHIRO TAKAHASHI

Apple, 2022

Oil on panel

107 x 94 cm

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Carlos Pazos, Edu Carrillo, Tomohiro Takahashi.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB.

 

GIZELA MICKIEWICZ

The future of decreasing differences, 2020

Steel, various fabrics

155 x 30 x 23.5 cm

 

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Patricia Gadea, Manuel M. M. Romero, Gizela Mickiewicz.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Julia Wachtel, Gizela Mickiewicz, Manuel M. Romero, Jorge Galindo.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Manuel M. Romero, Gizela Mickiewicz, Edu Carrillo.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Misha Bies Golas, Egami Etsu, Priscila Fernandes, Tamara Feijoo.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Priscila Fernandes, Tamara Feijoo.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Priscila Fernandes, Tamara Feijoo.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB.

 

MISHA BIES GOLAS

Unha terceira ollada, 2018-2022

Pages from the book ‘Lee Friedlander: A second look. The nudes’, glass, wood and fluorescent lamps

Medidas Variables

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB.

 

DASHA SHISHKIN

untitled (bigger faces), 2020

Acrylic on Mylar

106.5 x 76 cm

 

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Edu Carrillo, Patricia Gadea, Edu Carrillo.

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB. De derecha a izquierda: Edu Carrillo, Tomohiro Takahashi, Edu Carrillo.

 

CARLOS PAZOS

Creatura, 2019

Video

1m

DASHA SHISHKIN

untitled (bigger faces), 2020

Acrílico sobre Mylar

106.5 x 76 cm

EDU CARRILLO

Studio Wall (after Philip Guston) 1, 2021

Óleo, oleo en barra, acrílico y spray sobre lienzo

162 x 130 cm

EDU CARRILLO

Untitled, 2020

Acrílico, óleo, óleo en barra, grafito, rotulador y spray sobre lienzo

160 x 130 cm

EGAMI ETSU

Rainbow, 2021-2022

Óleo sobre lienzo

200 x 260 cm

GAO HANG

The hypocrite, 2021

Acrílico y gel sobre lienzo

17.78 x 12.7 cm

GIZELA MICKIEWICZ

Maturation of postponed intensions, 2020

Malla metálica, pasta de papel, pegamento, yeso, pintura acrílica

60 x 50 x 15 cm

Cortesía de la artista y Stereo, Warsaw

GIZELA MICKIEWICZ

The future of decreasing differences, 2020

Acero, textiles variados

155 x 30 x 23.5 cm

Cortesía de la artista y Stereo, Warsaw

GIZELA MICKIEWICZ

Overgrown Surmises, 2021

Metal, papel, pegamento, lana

178 x 110 x 40 cm

Cortesía de la artista y Stereo, Warsaw

JORGE GALINDO

Sol en el espejo, 2022

Óleo sobre lienzo

100 x 81 cm

JULIA WACHTEL

Drops, 2019

Óleo y acrílico sobre lienzo, en dos paneles

152.4 x 154.9 cm

Cortesía de la artista y Super Dakota

JULIA WACHTEL

Float, 2019

Óleo y acrílico sobre lienzo, en dos paneles

152.4 x 149.9 cm

Cortesía de la artista y Super Dakota

MISHA BIES GOLAS

Unha terceira ollada, 2018-2022

Hojas del libro ‘Lee Friedlander: A second look. The nudes’, cristal, madera y lámparas fluorescentes

Medidas Variables

MISHA BIES GOLAS

Unha terceira ollada, 2018-2022

Hojas del libro ‘Lee Friedlander: A second look. The nudes’, cristal, madera y lámparas fluorescentes

Medidas Variables

MISHA BIES GOLAS

Unha terceira ollada, 2018-2022

Hojas del libro ‘Lee Friedlander: A second look. The nudes’, cristal, madera y lámparas fluorescentes

Medidas Variables

MANUEL M. ROMERO

ST, 2022

Óleo, esmaltes, ceras y spray sobre lino

240 x 190 cm

Cortesía del artista y Art Nueve

MANUEL M. ROMERO

ST, 2022

Óleo, esmaltes, ceras y spray sobre lino

240 x 190 cm

Cortesía del artista y Art Nueve

PRISCILA FERNANDES

Pool to Pool, 2019

Impresión cromogénica

70 x 55.4 cm

PRISCILA FERNANDES

Slippin’ and slidin’, scoot like a seal #2, 2019

Impresión cromogénica

70 x 55.4 cm

PATRICIA GADEA

Pata con teléfono, 1986

Técnica mixta sobre lienzo

162 x 130 cm

Cortesía de Juan Ugalde

PATRICIA GADEA

Quien fué a Sevilla perdió su silla, 1989

Acrílico sobre lienzo

173 x 189 cm

Cortesía de Juan Ugalde

TAMARA FEIJOO

Hortus Conclusus (Celeste), 2020

Cola de conejo, aceite de linaza, blanco de España, óleo y pigmentos sobre tabla

24.3 x 18.2 cm

Cortesía de la artista y Galería Marisa Marimón

TAMARA FEIJOO

El vacío que eleva II, 2021

Cola de conejo, aceite de linaza, blanco de España, pigmentos, óleo en barra sobre tabla

26.3 x 21.2 cm

Cortesía de la artista y Galería Marisa Marimón

TOMOHIRO TAKAHASHI

Painting, 2022

Óleo sobre panel

110 x 88.5 cm

«BROKEN PIÑATA», 2022. Vista de la instalación en L21 LAB.

Me gustaría llevarte hacia un lugar placentero donde orden y desorden no se excluyan mutuamente. Un espacio en el que adivinaras un método aunque, excavando un poco, descubras puro azar. Una situación absurda, preparada escrupulosamente. Detalles nimios, cuidados maníacamente. Decisiones fundamentales, a voleo. Que parezca espontáneo lo que, en realidad, es todo lo contrario.

 

Este lugar es una fiesta.

 

En realidad, se trata de una búsqueda.

 

Living is easy with eyes closed, misunderstanding all you see.

 

 

Aquello parecía el resultado de un terremoto o de una explosión. Algo tremendo había pasado, pero no sabía qué había ocurrido. Recordaba escenas de películas de Fellini, una atmósfera de fin de fiesta, sin música, poca gente. Papeles rotos, libros en el suelo, acumulaciones enclenques entre estantes vacíos que seguían ahí, sin motivo aparente.

 

 

Las bibliotecas agrupan publicaciones. Precisan de un sistema de clasificación para facilitar a los usuarios sus consultas. Si se trata de una librería, algo modesto y privado, personal o a lo sumo familiar, su orden es quizá menos tedioso y los determinan factores más subjetivos: los afectos, el buena vecindad, el caso, el color del lomo, el uso, el tamaño, etc.

 

Desconcierta encontrarse un caos de libros tirados. Un montón de volúmenes tal que impide pasar entre las estanterías sin pisarlos. Un derrumbe inesperado, decenas de libros desperdigados cubriendo el suelo, abiertos y sobrepuestos; no están apilados como recién sacados de sus cajas, han caídos abruptamente y yacen mezclados confusamente. Algo violento ha ocurrido. Una explosión ha dejado una masa informe, un montículo siniestro y espantoso de objetos comúnmente asociados con el orden y la tranquilidad más absolutas. 

 

Si descubriéramos en nuestra casa una escena análoga, inmediatamente pensaríamos en un robo. Mientras si fuera en una biblioteca, pensaríamos a un acto vandálico. En ambos casos, la violencia genera un desorden, se ha roto la funcionalidad, clasificada y disponible en sus respectivos anaqueles, de los volúmenes ahí custodiados. Observé esta escena en una biblioteca en verano de 2012, se trataba de una instalación de Matias Faldbakken. Exploraba el desorden, otra manera de organizar una colección de libros, en un espacio público. Era un caos organizado, metódico, escultórico y maniático en su representación detallada de una violencia hacia el uso asignados a los libros; el artista proponía una reflexión sobre el vandalismo. Años después, leyendo una novela del mismo autor, encuentro: “Durante décadas, a lo largo del friso que recorre la parte de debajo de los retratos, los grabados y los cuadros de The Hills, la gente ha ido poniendo pegatinas. Nosotros se lo permitimos. Así ha sido siempre. Aunque ahora suceda con menor frecuencia, todavía aparece alguna pegatina de vez en cuando. No está claro en qué momento comenzó esta práctica, pero se rumorea algo sobre algunos «vanguardistas» que frecuentaban el local en los años veinte”[1].

 

Una acumulación incontrolable de pegatinas, sin un planteamiento. Un orden casual y en tránsito, como después de una mudanza, mientras desembalas tus libros, según apunta Benjamin: “Aquí me limito a rogarles que se trasladen conmigo entre el desorden de cajas desclavadas, en un ambiente saturado de polvo de madera, sobre un suelo cubierto de papeles rotos, en medio de unas pilas de volúmenes exhumados hace muy poco a la luz del día tras dos años de oscuridad […] Toda pasión, sin duda, confina con el caos”.

 

 

Buscando el origen, o simplemente un precedente, de esta confusión improvisa llegamos hasta el mito, dónde yace la caja de Pandora. Fue un regalo de boda para Epimeteo y Pandora. Aunque se popularizó con el genérico de «caja», se trataba en realidad de un contenedor bastante parecido a una piñata, concretamente una especie de tinaja de barro ovalada. Las advertencias a los novios fueron claras: no había que abrirla. Pero la curiosidad pudo a la prudencia y buscando conocer su misterioso contenido, abriendo la caja, se libró lo que ahí se custodiaba. No fue necesario romperla para generar gran revuelo. Con levantar un poco su tapa, todos los males del mundo se soltaron, repentina e inesperadamente. Su forma fue el caos. En el fondo de la caja vacía, quedó solamente la esperanza.

 

“El sistema de estantería ha crecido sobre sí mismo, se ha agrietado y se ha doblado sobre sí mismo debido a una combinación entre el uso, el desgaste y la reparación; el uso, la mejora y el desgaste. Uno puede imaginar las estanterías como una versión de las paredes de pegatinas del restaurante. Capa sobre capa. Intención sobre intención. Uso sobre uso”[2].

 

El juego consiste en romper la piñata usando un palo o garrote estando vendado, siguiendo las indicaciones de los demás que ayudan (o confunden) al jugador. La piñata puede tener distintas formas y estar hecha con materiales varios. Comúnmente se trata de una olla de barro o de cartón, o bien una estructura de alambre cubierta de papel maché. Se cuelga en alto, preferiblemente de un árbol, y se aguarda el momento de su ruptura, cuando el contenido se libera. Normalmente contiene dulces, frutas, juguetes, confetis, etc. Para liberar su deseado contenido, hay que romperla. El premio cae de manera desordenada, la confusión que genera es parte del festejo. El protagonista procede a ciegas, guiado por los demás, irguiendo un palo y tratando de golpear la piñata, hasta romperla. “Todo orden, precisamente en estos ámbitos, no es sino un estado de inestabilidad sobre el abismo”[3]. ¿Qué orden es este? ¿Cuales usos, mejoras, desgastes nos han llevado hasta aquí? Ya estamos en la fiesta, una primera búsqueda ha terminado, la banda sigue tocando, ya se entiende lo que está pasando.

 

The smile’s returning to the faces…

 

 

Francesco Giaveri

 

 

[1] Matias Faldbakken, El camarero [The Hills], traducción de Antón Lado, Duomo Ediciones, Barcelona, 2021, p. 25

[2] Matias Faldbakken, El camarero [The Hills], traducción de Antón Lado, Duomo Ediciones, Barcelona, 2021, p. 96

[3] Walter Benjamin, Desembalo mi biblioteca, traducción de Fernando Ortega, José J. De Olañeta Editor, Barcelona, 2015, p. 33

 

 

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