Hello, Self-portrait
Cai Zebin
12 Noviembre, 2021 - 05 Enero, 2022

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 

CAI ZEBIN

The Light of a Painter, 2021

Acrílico sobre lienzo
62 x 47 x 4 cm

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 
 

CAI ZEBIN

Self-portrait and Landscape, 2021
Acrílico sobre lienzo

176.5 x 215.5 x 5 cm

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 
 
 

CAI ZEBIN

Game, 2021
Acrílico sobre lienzo
40 x 30 x 0.5 cm

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 
 

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 
 

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 
 

CAI ZEBIN

Two Self-portraits, 2021

Acrílico sobre lienzo
176.5 x 133.5 x 4.5 cm

CAI ZEBIN

Still Life, 2021
Acrílico sobre lienzo
107.5 x 87.5 x 4.5 cm

Hello, Self-portrait, exposición individual de Cai Zebin. Vista de la instalación en L21 Gallery, 2021.

 

CAI ZEBIN

Self-portrait, 2021

Acrílico sobre panel de lienzo

30 x 20 x 0.5 cm

HELLO, SELF-PORTRAIT

 

Sentir, pensar, ponderar, crear. Dormir, levantarse, desayunar, ir al taller. Hacer, hacer más, cambiar, reflexionar. Empezar de nuevo.

 

L21 Gallery inaugura la primera individual en España de Cai Zebin (China, 1988), presentando una serie de lienzos con un fuerte componente autobiográfico. Desde la ficción, Zebin construye imágenes en las que lo real, con su trajín cotidiano, queda en suspenso. En sus enigmáticos cuadros, percibimos una introspección que nos atrapa, invitándonos a desplazarnos hacia detalles dispuestos sobre una superficie pictórica minuciosamente trabajada.

 

Volver atrás. Aceptar la confusión que nos rodea y de la que participamos. Mirar, observar, reconocer, ordenar. Empezar, disponer algunos elementos en el lienzo, esperar, pensar.

 

El elemento autobiográfico se revela en los numerosos autorretratos que incluye y que dan el título a la exposición. Uno de ellos, Self-portrait in thoughts, muestra una figura pensativa en actitud melancólica, con la mano derecha sosteniendo el rostro inclinado a la izquierda. La cara se ha convertido en una paleta de pintor, el torso en una caja. El codo apoya en la mesa, donde vemos lápices y un folio en el que leemos la palabra CHIMERA. En mitología este término indica un ser con fantásticos poderes, un híbrido de varios animales. Un símbolo apropiado para esta exposición donde el pintar se concibe como una construcción de imágenes, donde muebles y cuerpos se ensamblan, y casi todo remite al campo semántico de la pintura: pinceles, botes, velas, paletas, lápices, papeles, telas, brochas, maletines, alfileres, espejos, paisajes, autorretratos…

 

Pintar, pintar, pintar. Constatar que nunca se realiza ‘la imagen definitiva’, detrás de cada intento, hay otro más que aguarda. El arte es un problema, siempre. Cuanto más nos acercamos, más distancia nos queda por recorrer. Y así sucesivamente, en un desplazamiento continuo.

 

¿De qué maneras, inesperadas e impredecibles, las emociones, los pensamientos y las experiencias confluyen en estos lienzos? Mientras en la exposición de Cai Zebin emerge una reflexión sobre el oficio del pintor, yo me acuerdo de las películas «8 1⁄2» de Fellini y «La nuit américaine» de Truffaut; en ambas, sus autores describen la necesidad y la pasión por la ficción, mientras muestran, mezclando realidad e imaginación, cómo se hace una película, con su porción de caos, la multitud de personas involucradas, y las innumerables posibilidades de un relato por devenir.

 

Y volviendo a su autorretrato: la mesa, la cabeza, una planta al fondo y la luz crepuscular que entra de refilón…todos estos detalles nos sitúan en un ambiente dominado por la melancolía, cuyo objeto, como recuerda Giorgio Agamben en «Estancias», es “al mismo tiempo real e irreal, incorporado y perdido, afirmado y negado”. En este terreno emocional, propio de la creación, nuestro pintor se entrega a su oficio. La quimera, como la pintura misma, es tan fantástica como compleja, y difícil de alcanzar.

 

Seguir, a pesar de todo, libremente. Disfrutar con las tentativas, con pasión. Fracasar otra vez, fracasar mejor. Re-hacer, re-presentar, proponer variaciones. Imaginar. Dominarlos maestros antiguos. Incorporar y dejar pasar, al mismo tiempo.

 

La pintura para Cai Zebin es un proceso lento. Aunque haya un importante componente azaroso – el relámpago de la intuición -, construir imágenes supone concebir una situación, juntando detalles aparentemente lejanos en un proceso que, en el caso de este artista, nunca es directo, linear, automático. Al contrario, su ejecución es cautelosa, va acompañada de una meditación profunda y cada detalle alberga un significado. Su pintura es exigente. Dispone sus elementos como en un relato con sus protagonistas, paisajes y situaciones.

 

En otro autorretrato, el maletín del pintor, abierto y convertido en torso, deja leer por un lado, en la parte trasera de un lienzo, una frase aprendida de su maestro en la facultad y por otro, en un folio, una frase aparecida casualmente, el mismo día que recibe la noticia de la muerte de su mentor. Ambas frases están cargadas de emociones e importantes lecciones. La figura principal, en actitud relajada de espalda a un paisaje urbano, está rodeada de las herramientas de su oficio: una hoja, un lienzo, pinceles, pintura, y un cuaderno de bocetos y notas. En la solapa destaca una medalla blanca y verde muy similar al alfiler que aparece una y otra vez en los autorretratos de esta exposición. Probablemente remite a «les palmes académiques», condecoración otorgada en su momento al Aduanero Rousseau y con la que el pintor francés se representa en su celebre autorretrato-paisaje «Moi-même. Portrait-Paysage» (1890); un género que el mismo Rousseau inaugura y al que la obra de Cai Zebin hace referencia explícita, pero no directa. El artista francés se mostraba orgulloso con su paleta (en la que se leen los nombres de sus dos esposas, Clémence y Joséphine), vistiendo un gorro tipo Rembrandt y blandiendo un pincel en su mano derecha. Cai Zebin se representa ahora con una paleta por cabeza y una caja de pintor por busto. Paris se ha transformado en Guangzhou y el globo aerostático en un dron.

 

A propósito de Henri Rousseau, Guillaume Apollinaire, creador de mitos más que de biografías rigurosas, escribe que su apego al realismo era tan grande que cuando pintaba una obra de fantasía, Rousseau abría la ventana de su estudio, dejando, por si acaso, una vía de fuga para las fieras que representaba en sus cuadros. Cai Zebin plantea estrategias para deshacerse del realismo y entregarse a la ficción libremente, construyendo imágenes que no precisan un modelo existente; en un montaje de elementos compone una escena entre lo real y lo irreal, lo afirmado y lo negado, lo animado y lo inanimado, y en la que los muebles pueden vivir y los humanos quedarse quietos como objetos. La ficción es un misterio que hay que organizar, vivir en sus detalles. Y las pinturas de Cai Zebin nos muestran un recorrido posible.

 

Permanecer humildes frente a la pintura. Hablar de lo que se conoce. Avanzar ficciones para alejarse de las formas mudas de lo real. Emociones y sentimientos. Pintar libremente, gozar de la pintura. Hacer y pensar.

 

Construir imágenes, detalle a detalle, paso a paso, hacia una quimera.

 

Francesco Giaveri

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